La mente que sirve al espíritu está en paz y llena de gozo. ¿Contra qué estás en lucha sino contigo mism@? ¿No ves que es una ilusión en el que las partes y los aspectos suman algo diferente a uno? Dime a qué maestro sirves y te diré si vives en paz. Dime si vives en paz y te diré a qué discurso le prestas oído.
Si los resentimientos que guardas son tu propia condena, el artilugio que el ego utiliza para mantenerte encarcelad@ dentro de tu propia pesadilla, no es extraño que el perdón verdadero sea la herramienta que te hará libre.
Tus resentimientos son tu inequívoca prórroga del contrato que te mantiene en este mundo de sufrimiento. ¿Qué tal si dejamos de alimentar a la fiera?
La humildad es una lección para el ego no para el Espíritu. El Espíritu está más allá de la humildad. Los mansos heredarán la tierra porque sus egos son humildes, y esto hace que su percepción sea más fidedigna.
Nunca estoy disgustad@ por la razón que creo … porque estoy tratando constantemente de justificar mis pensamientos. Estoy tratando constantemente de hacer que sean verdad. Hago de todas las cosas mi enemigo de modo que mi ira esté justificada y mis ataques sean merecidos. No me he dado cuenta del mal uso que he hecho de todo lo que veo asignándole ese papel. He hecho esto para defender un sistema de pensamiento que me ha hecho daño y que ya no deseo.
¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú que no ves la viga que tienes en el tuyo?
Todas tus dificultades proceden del hecho de que no te reconoces a ti mism@, ni reconoces a tu hermano, ni reconoces a Dios. ‘Reconocer’ significa ‘conocer de nuevo’, dicho de otra forma, lo conocías, le conocías, te conocías, pero te olvidaste. ¡Perdiste la memoria! aunque más que un borrado fue un velo, un velo de oscuridad, de tristeza, de añoranza, de dolor, de soledad, de muerte, de creencias limitantes, de miedo. Un velo tras el que tu verdadera identidad permanece, junto al conocimiento de tu verdadera herencia.
Lo siento, porque sé el cariño que les tienes, pero tu trabajo, tus diplomas, tu prestigio, tu carrera, el tipo de hombre/mujer con la que tienes sexo, el tipo de coche que conduces, el tipo de casa en la que duermes, el tipo de barrio en el que habitas, el tipo de transporte que utilizas a diario, tus creencias religiosas, tus delitos, tus pecados, tus logros y tus fracasos, tus hazañas y tus más bajas caídas, todo eso no le importa ni lo más mínimo a Dios. El o Ella o Ello te ama sin consideraciones, te ama incondicionalmente, te ama, y es así porque El o Ella o Ello Es.
Puede que las riquezas, la fama, el estatus social, el poder y el placer te parezcan apetitosos, pueden convertirse fácilmente en ídolos que te permitan seguir ‘buscando sin encontrar’. Pero solo tu creador puede darte lo que verdaderamente anhelas, la Felicidad. Y ese precioso regalo no lo conseguirás con nada de este mundo, pues cuando el ego te da siempre está presto a quitarte. Ese precioso regalo, la Felicidad, ya es tuyo aunque por el momento sigas mirando hacia otra parte.
Aprender que dar es lo mismo que recibir tiene una utilidad especial, ya que se puede poner a prueba muy fácilmente y comprobar que es verdad.
No existe ninguna relación entre lo que es real y lo que piensas que es real. Nada de lo que piensas que ves guarda semejanza alguna con lo que la visión te mostrará.
En el mundo real el conflicto no existe. Posiblemente ni siquiera exista una palabra para definirlo, pues el conflicto es una invención del ego.
Este mundo no es real, no le prestes tanta atención. Este mundo es una creación de una mente dividida. Una compleja mátrix de ilusiones y apariencias. Tú sí eres real, hij@ de Dios.
¿Y si por un instante mirases en tu interior y vieses que no existe eso que llaman pecado?
Tu derecho de nacimiento: el amor. Tu herencia: la dicha. Tu dote: la gracia. Tu estado natural: la paz.
La mente que no perdona está triste, sin esperanzas de poder hallar alivio o liberarse del dolor. Sufre y mora en la aflicción, merodeando en las tinieblas sin poder ver nada, convencida, no obstante, de que el peligro la acecha allí.
A través del maestro que representa tu Ser aprendes a perdonar al ser que crees haber hecho, y así dejas que desaparezca, y reclamas para ti la felicidad.